Los hombres se encontraron, mera casualidad, en el bar.
Uno de ceño triste. El otro con algo de ira. El primero llego después. El otro
guardaba siempre en su saco una navaja. En el bolsillo derecho; era diestro.
Sus miradas se cruzaron entre el resto de los allí presentes. El diestro metió
rápido su mano en el saco, y mas rápido aun se fue encima del otro. Le dio tres
puñaladas certeras, y aunque la primera le mato, descargo su rabia ferozmente.
El diestro, de manos ensangrentadas, se fue despacio del bar. Lento. Sabe que
ahora carga con dos muertos.
martes, 22 de mayo de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
Nubes
Me gustan las nubes con actitud. Blanquisimas en el mas soleado enero, o en gris plateado de tormenta. Estas nubes de tormenta son las que mas atractivas me resultan. Aparecen desde el horizonte imponiéndose al sol del día, o a ese campo de titilantes estrellas nocturnas. En la tarde, a la hora del cenit, veo como esas nubes de tormenta se devoran a trocitos lo que va quedando de luz. Con imponente presencia. Con altanería. No son nubes tímidas, apagadas. Llegan con el estruendo del trueno, vociferando su poder. Llegan con relámpagos atrevidos y furiosos. Estas nubes son las que mas me gustan.
La noche oscura
Resulta que estoy en mitad de la noche
En sus entrañas
Bañado de negrura
Una noche sin luna
Sin luz
Estoy sordo
Nada entre la espesa noche y yo
Deseo caminar lejos
Andar pasos veloces
Pero la oscuridad no me lo permite
Me encuentro mudo
Las palabras, los sonidos temerosos no se atreven
Nada quiere salir a la oscura noche
Quisiera música
Estoy ansioso
Mi respiración se agita
Mis manos sudan
La noche me abraza
Aterradora noche oscura
miércoles, 18 de abril de 2012
Consejos útiles para pegarle con chanfle
Antes que
nada, y partiendo de una base muy concreta, debemos amar al futbol.
Que
contenga todos los ingredientes de un enamoramiento. Pasión, romanticismo,
erotismo, etc.
Generalmente
estos ingredientes son heredados, o adquiridos en el correr del tiempo, por la
cercanía a personas vinculadas al futbol. Llámese Padre, Madre o tutor; también
están los amigos.
Este
sentimiento tiene la particularidad de ir “in crescendo” de la mano de la persona que lo atesora.
Esto en
cuanto a ciertas condiciones intrínsecas al individuo para la realización de un
buen chanfle. Es como un chef en busca de un sabor en concreto; debe tener
pasión y entusiasmo para poder realizar tal búsqueda.
Con
respecto a los aspectos físicos de quien será el responsable del intento, es
conveniente, no excluyente, que posea cierta chuequera en sus piernas. Lo mismo
da si es cóncava o convexa. De rodillas juntas o separadas.
La altura
no importa; el peso importa solo un poco, ya que para la consumación del acto,
solo se necesita una carrera corta y breves movimientos de cadera y piernas.
Cumpliendo ya
con todos estos requisitos nos disponemos a preparar el otro elemento
fundamental en este rito: el balón.
La presión
del aire, el peso y tamaño deben ser los correctos dentro de los estándares de
la Fifa. Si no es así, no importa, igual le pegamos con chanfle.
Parados
frente al objetivo, que en la mayoría de los casos son: el arco adversario, o
un tiro de esquina, colocamos el balón a más o menos 30 centímetros de
nosotros. Luego de esto, miramos el objetivo y contamos pasos hacia atrás. En
lo posible que no sean mas de 4 pasos. No es necesaria más carrera. Volvemos a
mirar al objetivo, tratando de asegurar la línea imaginaria por donde debería
viajar el balón. Miramos el objetivo. Miramos la pelota. Y corremos esos pocos
pasos.
Si quien
ejecuta el shot es diestro, es conveniente, para evitar un error en el golpe,
colocar el pie izquierdo paralelo al balón. De esta manera queda el pie derecho
recogido hacia atrás para luego dispararse como un resorte hacia adelante hasta
hacer contacto con el esférico. Si el ejecutante fuera zurdo, invertir la
operación.
Con
respecto al pie ejecutante. Se sugiere que el golpe a la pelota se produzca con
la parte superior interna. Efectuado
este acto, seria lógico que el balón adquiriera una línea curva en su
trayectoria para entrar prolijamente en el ángulo superior del arco. Objetivo
que nos hemos dispuesto.
Si, llevado
a cabo cada uno de los pasos al pie de la letra, el balón se pierde en las
alturas, es evidente que el ejecutor tiene cayos o uña/s encarnada/s.
Cartas a Villa Quieta
Montevideo, Abril
Mae, el otoño ha acampado fresco y soleado en
Montevideo.
Han pasado seis meses desde que dejé Villa
Quieta, y por alguna razón, o quizás por varias, aun tengo impregnada en la
ropa su aroma. Ese aroma a monte y río.
Será por eso que guardé un saco de lana sin
lavar; pretendo que sea un refresca memoria para esos días cuando la tristeza o
la nostalgia, o como quiera que se llame esa sensación, me atrape.
¿Como explicarte lo que siento a veces?
Es como esas comidas que tienen un aspecto
fabuloso, pero su sabor no es lo que imaginamos. Le falta sustancia, olor,
gusto. Como aquel guiso que te prepare, ¿recuerdas?
Como reíste ese día. No por mi inexperiencia en
la cocina, si no porque ni el perro comió mi guiso. Lo olfateaba y resoplaba
sin acercarse mucho.
Bueno, como ese guiso. Como el perro. A veces
siento eso.
Sobre todo cuando se acerca una tormenta y
sopla el viento despacito; moviendo apenas las hojas de los arboles. Y ahí,
junto con los relámpagos, aparecen como pintados en la pared, tus manzanos meciéndose
lento. Las vacas yendo bajo el cobijo de las ramas. Se pinta de Villa Quieta mi
habitación.
Siento el aroma a suelo mojado. Percibo el
sonido de las botas del abuelo aplastando el pasto verde rejuvenecido. Escucho las
ranas estallar de alegría con las primeras gotas de lluvia.
Las tormentas tienen eso Mae. Me llevan hasta ahí
y me ponen sentado a tu lado. Cebándote mates mientras haces quejar la vieja
mecedora.
Quiero me cuentes que tal esta Jacinta, si sigue
con aquel novio. Que me digas que pasa con el carucha, el perro de Andrés. El
pobre quedo desarmado luego de ser atropellado por Mariolo, el primo de Andrés.
Quiero saber de vos y de Villa Quieta.
Y si te preguntas que tal estoy yo, puedo
decirte que bien. Que de a poco voy acostumbrándome a esta movida capitalina. Con
su vértigo, su humedad, su basura. Pero también regocijándome con los parques
en flor, la rambla salada de mar, el viento de ciudad vieja, la gente yendo y
viniendo.
En la pensión, como soy del interior, me dicen “canario”.
Aun no se porque; pero parece ser que a todos quienes venimos de tierra dentro
nos llaman igual.
En la habitación tengo un armario flaco y alto,
que me da bien para poder guardar toda mi ropa. Tiene un par de cajones y un
estante separado que uso para guardar mis libros. A mi lado duerme Pedro. Él es
un chico que viene de San José. Es macanudo.
En realidad todos aquí son muy macanudos; al
menos por ahora.
La ciudad tiene su encanto; es solo que tengo
que ir descubriéndolo. Y en eso estoy.
Solo espero que los días de tormenta sean
piadosos conmigo. Que si estoy en la facultad, o en casa, o por la calle, no me
entre esa melancolía por Villa Quieta, si no que sea como un baño de alegría pensándote
cerrando las ventanas del comedor, o pateando el gato que se te enreda entre
las piernas; o cuando le gritas al abuelo que se apure, que se empapa.
Creo que en definitiva es eso, Mae, trocar la melancolía
por la alegría. Y en eso también estoy.
Dale un beso muy grande de mi parte al abuelo y
otro igual de grande para vos.
Te escribo la semana próxima, y espero me
escribas.
Urbano
Este miedo de mierda
Este temor a quedar encerrado
Que las paredes me estrangulen poco a poco
Bebiendo mi aire
Succionándome
Este temor a seguir escuchando el mismo susurro
Que los silbidos y los ruidos me carcoman
Cual mosca chocar una y otra vez contra el
cristal
Viendo la vida fuera
Lejos de mi alcance
Este temor prefecto
Que sabe donde pegar una y otra vez
Implacable y certero
Cruel
Este temor que juega con mi mente
Que recorta mis alas para que no vuele
Que me observa desde arriba
Omnipotente
Cínico y burlón
Este miedo de mierda
martes, 17 de abril de 2012
Mutacion
He
decidido volverme aire
Brisa
mansa que despeina el trigal
Que
llega a tu ventana
Que
te despierta y te envuelve
He
decidido volverme río
Agua
dulce que baja
Que
danza entre sauces y rubias arenas
Que
te refresca en enero
He
decidido volverme verde lagartija
Veloz
y frágil recorrer el camino
Trepar
plantas húmedas de rocío
Impávida
dejar mi mirada en la aurora
Decido,
mutante ser mañanero,
Calzarme
las botas y segar la noche
Volverme
filosa guadaña
Frio
metal que rebane el sueño
He
decidido ser roca
Poderoso
pedregal que las olas castigan
Que
gaviotas habitan
Que,
a veces, visitas
He
decidido poblarte
Parte
a parte tu todo
Devorar
tus sueños y tu ser
Todo para recordarte
jueves, 12 de abril de 2012
Sueños compartidos
Hoy prefiero dormir
No me despiertes
Deja que monte nubes
Que cabalgue por campos estrellados
No me despiertes
Déjame luchar contra dragones
Déjame salvar la princesa
Déjame soñar
No me despiertes
Deja las persianas cerradas
Deja la casa en silencio
Que los sonidos sean únicamente mis ronquidos
No me despiertes
Deja tu mano bajo la mía
Déjame abrazarte y llevarte conmigo
Que soñando juntos volamos más lejos
Hoy prefiero dormir que salir
No me despiertes
Déjame el calor de tu cuerpo cercano
Déjame en camiseta y pies descalzos
Que no necesito mucho más
No me despiertes
Deja que la calle se llene de gente
Deja que los coches se devoren unos a otros
Que la locura quede fuera de la cama
Hoy prefiero dormir
No me despiertes
Quédate conmigo
miércoles, 11 de abril de 2012
Pateando piedritas
Este otoño se ha presentado húmedo y cálido.
Cuando la mañana esboza su primer claridad me despierto sin ganas; consciente del largo y tedioso día en ese trabajo que, sin llegar a detestar, no me agrada en lo mas mínimo.
De cualquier manera mis compañeros de oficina son buenas gentes. Pero es el espacio, la tarea, las luces de los tubos... es el sitio donde no quiero estar.
Mientras desayuno observo a través de mi ventana entreabierta, como regresa a casa un gato. Es uno grande, con manchas blancas en su pelaje negro. Pareciera que la noche le fue esquiva de amores; ademas que cojea de una pata. La izquierda.
En ese momento me pierdo en mis pensamientos, imaginándome gato de ciudad. Porque, claro, el gato de ciudad difiere del gato campesino.
Si fuera gato de ciudad me gustaría vivir en un barrio con plazas y bares. Sitios que me aseguren la comida y el descanso. Tener cerca árboles que trepar.
Gato de ciudad sin dueño. Sin casa única. Libre, pobre, sabiendo que no esta a mi alcance el futuro. Que los días son impredecibles. Sin dueño.
Ya como persona me duele tener dueño. El trabajo es mi dueño. Es quien dispone de mis días y noches.
Del tiempo libre, del tiempo que estoy en la oficina; todo el tiempo.
Por eso, gato de ciudad y sin dueño.
Recorrer las calles, saborear mi tiempo a patas sueltas.
¡Mierda!, o me apuro o pierdo el ómnibus.
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