Antes que
nada, y partiendo de una base muy concreta, debemos amar al futbol.
Que
contenga todos los ingredientes de un enamoramiento. Pasión, romanticismo,
erotismo, etc.
Generalmente
estos ingredientes son heredados, o adquiridos en el correr del tiempo, por la
cercanía a personas vinculadas al futbol. Llámese Padre, Madre o tutor; también
están los amigos.
Este
sentimiento tiene la particularidad de ir “in crescendo” de la mano de la persona que lo atesora.
Esto en
cuanto a ciertas condiciones intrínsecas al individuo para la realización de un
buen chanfle. Es como un chef en busca de un sabor en concreto; debe tener
pasión y entusiasmo para poder realizar tal búsqueda.
Con
respecto a los aspectos físicos de quien será el responsable del intento, es
conveniente, no excluyente, que posea cierta chuequera en sus piernas. Lo mismo
da si es cóncava o convexa. De rodillas juntas o separadas.
La altura
no importa; el peso importa solo un poco, ya que para la consumación del acto,
solo se necesita una carrera corta y breves movimientos de cadera y piernas.
Cumpliendo ya
con todos estos requisitos nos disponemos a preparar el otro elemento
fundamental en este rito: el balón.
La presión
del aire, el peso y tamaño deben ser los correctos dentro de los estándares de
la Fifa. Si no es así, no importa, igual le pegamos con chanfle.
Parados
frente al objetivo, que en la mayoría de los casos son: el arco adversario, o
un tiro de esquina, colocamos el balón a más o menos 30 centímetros de
nosotros. Luego de esto, miramos el objetivo y contamos pasos hacia atrás. En
lo posible que no sean mas de 4 pasos. No es necesaria más carrera. Volvemos a
mirar al objetivo, tratando de asegurar la línea imaginaria por donde debería
viajar el balón. Miramos el objetivo. Miramos la pelota. Y corremos esos pocos
pasos.
Si quien
ejecuta el shot es diestro, es conveniente, para evitar un error en el golpe,
colocar el pie izquierdo paralelo al balón. De esta manera queda el pie derecho
recogido hacia atrás para luego dispararse como un resorte hacia adelante hasta
hacer contacto con el esférico. Si el ejecutante fuera zurdo, invertir la
operación.
Con
respecto al pie ejecutante. Se sugiere que el golpe a la pelota se produzca con
la parte superior interna. Efectuado
este acto, seria lógico que el balón adquiriera una línea curva en su
trayectoria para entrar prolijamente en el ángulo superior del arco. Objetivo
que nos hemos dispuesto.
Si, llevado
a cabo cada uno de los pasos al pie de la letra, el balón se pierde en las
alturas, es evidente que el ejecutor tiene cayos o uña/s encarnada/s.